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Mostrando entradas de julio, 2015

La masai blanca, Corinne Hofmann

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Cuando Corinne lo vio por primera vez, en diciembre de 1986, Lketinga solo llevaba un paño que le cubría las caderas. Sus largos cabellos iban recogidos en finas trenzas y el rostro estaba cubierto de signos pintados. Ese hombre, hermoso y digno como un dios, pronto se esfumó entre el gentío en los alrededores de Mombasa, pero la joven mujer intuyó que aquellas vacaciones en Kenia iban a ser algo más que un simple recorrido turístico. Corinne y Lketinga volvieron a verse, y de esos encuentros casi furtivos nació una relación peculiar e intensa: Corinne rompió con su novio Marco y dejó su casa en Suiza para irse a vivir a un pequeño pueblo al norte de Nairobi, donde se casó. Allí se vio muy pronto obligada a compartir su choza con la madre de Lketinga y a someterse a los rituales de una tribu que no aceptaba de buen grado la presencia de una masai blanca. La pasió duró cuatro años, y de la unión nació Napirai, una niña que hoy es el consuelo de Corinne tras su fuga de Kenia. Y aqu...

Cualquier otro día, Dennis Lehane

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" Von Clausewitz dijo que la guerra es política por otros medios. (...)  Siempre he pensado que lo expresó al revés. " Extrañeza . Ésa es la palabra que me viene a la mente si pienso en la sensación más recurrente que me ha evocado esta penúltima novela de Dennis Lehane, página tras página, capítulo tras capítulo. Extrañeza por el inusual grosor del libro, sin duda el más extenso hasta el momento. Extrañeza al no encontrarme con el argumento habitualmente empleado por Lehane y que suele girar en torno a un crimen concreto —aunque tampoco lo hallé en Vivir de noche —. Extrañeza por la gran cantidad de personajes, inicialmente inconexos entre sí. Extrañeza por el ritmo mantenido esta vez a lo largo de toda la novela: una alternancia de capítulos relativos a los diferentes personajes con sus respectivas tramas e historias. Extrañeza, sin embargo, que no tiene por qué traducirse en un sentido negativo . Sorpresa , también, al descubrir que Cualquier otro día es la antesal...

Un fragmento para la reflexión...

La tarde del día siguiente, en el confesionario de una iglesia en la que nunca había entrado, Danny se arrodilló y se santiguó.  ―Te huele el aliento a alcohol ―dijo el sacerdote. ―Eso es porque he estado bebiendo, padre. Lo compartiría con usted, pero me he dejado la botella en casa. ―¿Has venido a confesarte, hijo? ―No lo sé. ―¿Cómo es posible que no lo sepas? Has pecado o no. ―Ayer maté a un hombre a tiros. Delante de una iglesia. Me imagino que ya se habrá enterado. ―Sí, estoy al corriente. Ese hombre era un anarquista. ¿Tú...? ―Sí. Le pegué tres tiros. Aunque le disparé cinco veces ―dijo Danny―, pero fallé dos. La cuestión, padre, es que usted me dirá que hice bien, ¿verdad? ―Eso es Dios quien debe... ―Iba a volar una iglesia, una como ésta. ―Exacto. Hiciste bien. ―Pero está muerto. Yo lo aparté de este mundo. Y no puedo quitarme de encima la sensación... Siguió un largo silencio, más largo aún por el hecho de que era un silencio de iglesia; olía a incienso y ja...