Cualquier otro día, Dennis Lehane

"Von Clausewitz dijo que la guerra es política por otros medios. (...) 
Siempre he pensado que lo expresó al revés."

Extrañeza. Ésa es la palabra que me viene a la mente si pienso en la sensación más recurrente que me ha evocado esta penúltima novela de Dennis Lehane, página tras página, capítulo tras capítulo. Extrañeza por el inusual grosor del libro, sin duda el más extenso hasta el momento. Extrañeza al no encontrarme con el argumento habitualmente empleado por Lehane y que suele girar en torno a un crimen concreto —aunque tampoco lo hallé en Vivir de noche—. Extrañeza por la gran cantidad de personajes, inicialmente inconexos entre sí. Extrañeza por el ritmo mantenido esta vez a lo largo de toda la novela: una alternancia de capítulos relativos a los diferentes personajes con sus respectivas tramas e historias. Extrañeza, sin embargo, que no tiene por qué traducirse en un sentido negativo. Sorpresa, también, al descubrir que Cualquier otro día es la antesala de Vivir de noche: los protagonistas de ambas novelas comparten lazos de sangre, y en la primera dejan el terreno perfectamente abonado para que, en la segunda, Joe, el hermano menor, acabe inmerso en el mundo del crimen organizado.
Boston, septiembre de 1918. Un buque de guerra atraca en el puerto. En él regresan soldados que han combatido en Europa. Algunos de ellos están enfermos y hay que evaluar si la situación es grave. El policía Danny Coughlin ha recibido orden de encargarse de la investigación. Lo que no sabe es que la enfermedad que viaja a bordo tendrá consecuencias devastadoras. Una vez acabada la guerra, el mundo ya no volverá a ser el mismo ni Boston tampoco.
La ciudad se enfrenta a cambios sociales profundos, al terrorismo anarquista, a las reivindicaciones sindicales, a la violencia y a la muerte. Y Danny Coughlin no podrá hacer nada para verse arrastrado por los acontecimientos históricos.
Para empezar, la sinopsis no me despertó tanta atención como la de otros títulos del autor, pero es que debemos partir de la base de que la sinopsis de Cualquier otro día no le hace justicia al propio libro. Ese primer párrafo alude a un hecho concreto, puntual y "aislado" de la novela que tiene lugar durante las primeras doscientas páginas —de un total de 728— en tanto que no tiene mucha mayor repercusión en los acontecimientos posteriores. Evidentemente ocupa cierto peso dentro de la historia, pero es un peso mínimo. Es ahí, por tanto, donde encuentro el primer error —y no se trata de un error baladí, pues la sinopsis es casi siempre un factor determinante en la decisión de leer una novela o no—, aunque éste sea un error más bien de marketing. Pero es que también entiendo la dificultad de condensar el sentido de esta novela en apenas un párrafo y que resulte atractivo a ojos del lector: como ya he adelantado al comienzo de esta reseña, Cualquier otro día no es un historia "típica" de Dennis Lehane, y abarca tantos sucesos y tantos personajes y aborda una temática tan poco usual en los libros de este escritor —la lucha de clases, el confrontamiento entre ideologías políticas—, que resulta francamente difícil sintetizar la trama; más aún, convencerte de que se trata de una novela de Dennis Lehane igual de trepidante que las anteriores. No lo es.

Curiosamente, esta sinopsis en la sección de "Otros títulos de Dennis Lehane en RBA" al final de la novela me cuadra más, aún con sus imprecisiones:
La Primera Guerra Mundial ha llegado a su fin. En Boston viven dos familias, una blanca y una negra. A la primera pertenece un joven policía; a la segunda, un joven buscavidas. Alrededor de ellos se formará una auténtica vorágine de anarquistas, inmigrantes, capitostes y gente de a pie que se sumen en constantes luchas por la supervivencia y el poder. 
Porque, efectivamente, la novedad en Cualquier otro día es que la historia transcurre a caballo entre Danny Coughlin, el joven policía, y Luther Lawrence, un negro fugitivo que trata de reconstruir su vida, de manera que se alternan capítulos y fragmentos sobre las vidas de uno y otro, vidas que acabarán cruzándose de forma inevitable. Y, sin embargo, me sigue llamando la atención el hecho de que no se mencione en ningún momento a un tercer personaje, Babe Ruth, que está presente, aunque de forma intermitente, a lo largo de toda la historia. El legendario jugador de béisbol es quien abre casi todas las partes en que se divide el libro: Babe Ruth en Ohio, Una cuestión de rutina, Babe Ruth y la revolución obrera, Babe Ruth y la pelota blanca, Verano Rojo, Babe Ruth y la astenia estival, La huelga de la policía de Boston, Babe se va al sur. Babe Ruth asiste a episodios en la vida de Danny, Luther y, en general, a acontecimientos históricos de Norteamérica. Al principio no era capaz de entender cuál era el propósito de este personaje en la historia. Salvo alguna reflexión sobre la hipocresía de los blancos y su falsa superioridad moral respecto a los negros, me parecía que no aportaba nada; de hecho, el minucioso relato de sus partidos de béisbol me resultaba pesado y aburrido. Sólo al final he podido comprender que es en el personaje de Babe Ruth, mientras conversa con Danny y su esposa, donde se recoge la moraleja de toda esta historia:
El ex policía sonrió. Fue una sonrisa compungida y distante.
—Existen reglas distintas para las distintas clases de gente, señor Ruth.
—Sí, por supuesto. ¿Cuándo no ha sido así?
Tomaron unas cuantas copas de más y Ruth tuvo que reconocer que nunca había visto a una pareja tan enamorada. Apenas se tocaban, tampoco se los veía embobados, ni se hablaban con voces infantiles llamándose «tesoro» y esas cosas. Aun así, era como si se extendiera entre ellos una cuerda invisible pero eléctrica, y esa cuerda los unía más que si fueran siameses. La cuerda no sólo era eléctrica; era serena. Despedía un resplandor cálido y apacible. Sincero.
Paz. Sinceridad. Hogar.
Dios santo, ¿acaso era posible? (...) Babe volvió a entristecerse, a sentirse abandonado. Temió haberse perdido de algún modo la parte más esencial de la vida. Temió que eso que había perdido nunca, jamás, formaría parte de su mundo.
Me da la impresión de que en esos últimos instantes se concentra todo el sentido de Cualquier otro día. Por una parte, se trata de una historia abiertamente política y lo que se desprende de ella al final de todo es que, en efecto, «Existen reglas distintas para las distintas clases de gente». Y que a pesar de esa dinámica de injusticia, el mundo sigue "avanzando".

Por otra parte, «Paz. Sinceridad. Hogar» es lo que acaban encontrando tanto Danny como Luther tras un año cayendo en picado y en desgracia. El desenlace de ambos personajes los redime de todas sus faltas como hombres, que aunque tienen consecuencias gravísimas y ocasionan muchas pérdidas, les hace comprender lo verdaderamente importante en esta vida, más allá de las apariencias y las barreras sociales, culturales o religiosas. Al fin y al cabo, «un hombre capaz de abandonar su hogar es un hombre que lo abandonaría todo», y ya se sabe que el hogar está donde el corazón.*

Admito que hasta aproximadamente la página 400 del libro no he comenzado a engancharme de verdad, cosa que en otros títulos del autor me solía suceder practicamente desde el principio. Dennis Lehane se afana en describirnos muy bien la sociedad estadounidense en los años de la I Guerra Mundial: el racismo, el peso de la religión católica y de la tradición en las familias —especialmente entre aquellas que han emigrado desde el Viejo Continente, como las italianas, irlandesas...—, la corrupción policial y, en general, del poder; los movimientos sindicalistas y huelguistas en los Estados Unidos, el miedo extendido y casi paranoico a una sovietización del país... Dennis Lehane trata muchísimos aspectos culturales e históricos —sólo por eso merece la pena leer la novela— pero siempre deja un hueco para el amor: un amor que, como en el resto de novelas, no es fácil ni sencillo ni liviano ni pacífico. Pero sobrevive, a pesar de todo.

Con tantas facetas de la sociedad norteamericana descritas, el autor hace reflexiones y cuestionamientos sobre las mismas continuamente; la mayor parte, a través de los ojos de Danny, que comienza siendo una especie de títere a fin de conseguir su placa de oro y acaba tomando consciencia de sí mismo y sus verdaderas ideas, hasta el punto de convertirse en uno de los promotores de la histórica huelga de policías que tuvo lugar en Boston en 1919. Conversaciones tan reveladoras como ésta o esta otra:
―Aquí existe un principio que debe respetarse, hijo. ¿Eres consciente de ello?
― ¿Y qué principio es ése, padre?
―La seguridad pública por encima de cualquier otro ideal para los hombres que llevan la placa.
―Llevar comida a la mesa, padre. Ése es otro ideal.
..., obligan al lector a cuestionarse sus propios principios. Y de entre las múltiples virtudes que puede tener un libro, el hecho de que te haga pensar es una de las mejores

La novela me ha gustado pero, tratándose de Lehane, no todo lo que debería o esperaba. Disfruté más con Vivir de noche, esa especie de secuela en la que reconozco más el estilo habitual del autor y en el que la acción fluye de forma más dinámica. No obstante, como digo, sólo por el riquísimo retrato histórico que Lehane hace de los Estados Unidos durante los años de la I Guerra Mundial, incluida esa memorable huelga de los policías de Boston que desató la violencia más animal de sus habitantes —y que verdaderamente constituye la trama y dilema moral más importantes de la historia; es para lo que nos preparan durante toda la novela—, merece la pena sumergirse en la lectura de este libro, perderse al inicio entre tanto dato, personaje y tramas que parecen no cerrarse nunca —más alguna que otra errata de edición....— para, al final, encontrarle a todo un sentido y quedarte con buen sabor de boca.
Qué día. Qué ciudad. Qué tiempos para estar vivo.
*.- Hurley, T. (2008). Ghostgirl. New York: Little, Brown and Company. 

Come sin prisas. 
Viaja todo cuanto puedas. 
Y lee... Lee muchísimo.

Comentarios

Te puede interesar...

Parecidos razonables: El Castillo en el Cielo y Atlantis: The Lost Empire, ¿mera coincidencia?

El proxeneta, Mabel Lozano

El último viaje del Valentina, Santa Montefiore