Vivir de noche, Dennis Lehane
Los hombres de Dios y los hombres de la guerra tienen extrañas afinidades.
CORMAC MCCARTHY, Meridiano de sangre
Tenía muchísimas ganas de volver a leer una novela de Dennis Lehane. Hace cuatro años me enganché por completo a sus historias protagonizadas por los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro, hasta tal punto que anteponía su lectura a mis estudios para los examenes finales y la Selectividad. Pasé muchísimas tardes con Desapareció una noche, Plegarias en la noche, Lo que es sagrado, Abrázame oscuridad, La última causa perdida y Un trago antes de la guerra (en orden de lectura; muy recomendables todas ellas, por supuesto) colmando las estanterías de mi habitación; los miraba y me parecía que me llamaban; entonces cerraba lo que quiera que estuviera estudiando y me ponía a leer las novelas de Dennis Lehane (luego tenía que recuperar esas horas a las tantas de la madrugada...). Cómo me gustaban sus historias y sus dos protagonistas: la ironía de Patrick Kenzie, las verdades como templos que sentenciaba, la química entre Angie y él, las críticas implacables, rotundas y mordaces hacia la sociedad, la crudeza de las tramas... Luego cayó en mis manos Mystic River y la adoración hacia este autor fue máxima y absoluta. Qué genio.
Vivir de noche (2012) es la última novela de Dennis Lehane:
No se trata simplemente de una historia sobre una etapa en la vida de un fuera de ley; es una novela que, siguiendo la estela de todas las anteriores, te invita a reflexionar sobre multitud de temas sociales. Especialmente me ha gustado mucho el tratamiento del fanatismo religioso: cómo una persona puede tener la vida truncada y las personas de su alrededor, totalmente cegadas por su fe, acaban empujándola a decisiones fatales en lugar de ayudarla a salir de su agujero.
En definitiva, es una novela y un autor que recomiendo encarecidamente. De cada una de sus obras se puede extraer una conclusión totalmente aplicable a nuestra vida. Vivir de noche me deja con la siguiente reflexión: vivir según las normas y leyes establecidas ―lo que Joe Coughlin llama "vivir de día"― o de acuerdo a lo que la sociedad espera que hagas no te convierte automáticamente en una persona honesta, honrada e íntegra. En cambio, seguir las propias reglas nos enfrenta inevitablemente con nuestro alrededor, quizá incluso nos lleva a romper con nuestro entorno, pero nos permite vivir de forma auténtica.
Y una vez hecha esta reflexión, dejar al lector con la misma pregunta que plantea la novela: ¿Puede un hombre ser al mismo tiempo un buen criminal y una buena persona?
Boston, 1926. Joe Coughlin, hijo de un eminente capitán de la policía de la ciudad, no está siguiendo precisamente los pasos de su padre. Empezó con pequeños hurtos, pero ya ha dado el salto a crímenes de más envergadura. Su ascendiente carrera en el mundo de los gánsteres en plena Prohibición lo llevará del Boston de la Edad del Jazz al barrio latino de Tampa y las calles de Cuba. Y en su camino se cruzará una mujer, Emma Gould, que cambiará para siempre su vida.Se trata de una historia al más puro estilo El Padrino, concretamente El Padrino II, que te atrapa desde el primer momento; personalmente ya el comienzo de la novela me arrancó una sonrisa en cuanto reconocí la tan característica forma de narrar de Dennis Lehane ―directa, irónica y cargada de frases con humor―, hasta el punto de pensar: «Lo echaba de menos».Y ahora que lo he acabado, sé que también lo voy a echar de menos. Si hay algo que te provocan los personajes creados por Dennis Lehane es precisamente el ansia de saber más de ellos, de sus historias personales, de cómo continúan sus vidas más allá de las páginas que sostienes entre tus dedos. Los personajes de Joe Coughlin y Graciela Corrales, en concreto, me han traído fuertes reminiscencias a Patrick Kenzie y Angela Gennaro.
No se trata simplemente de una historia sobre una etapa en la vida de un fuera de ley; es una novela que, siguiendo la estela de todas las anteriores, te invita a reflexionar sobre multitud de temas sociales. Especialmente me ha gustado mucho el tratamiento del fanatismo religioso: cómo una persona puede tener la vida truncada y las personas de su alrededor, totalmente cegadas por su fe, acaban empujándola a decisiones fatales en lugar de ayudarla a salir de su agujero.
― (…) Creo, o quiero creer que los pecados que [Dios] más aborrece son los que se cometen en su nombre.Es por ello que la cita que hay al principio de este texto, que es la misma que precede a la historia en sí, me parece de lo más cierta y acertada. Vivir de noche es un reflejo de cómo personas completamente diferentes, con valores e ideales completamente antagónicos, pueden llegar a actuar de la misma manera vil y cruel aunque cada uno lo haga en nombre de sus propias creencias. Pero al final, la novela nos enseña dos lecciones importantes: la primera, que el estilo de vida o la actividad a la que se dedica una persona no define en absoluto su bondad o su maldad. La segunda, como ya nos enseñó Francis Ford Coppola en la última entrega de El Padrino, es que de una vida de violencia nunca se sale impune: tarde o temprano acaba salpicándote.
―O los que cometemos contra nosotros mismos desde la desesperación.
Aunque ganes la batalla de hoy y la siguiente y la de más allá, hay tanta violencia en lo que haces que se acabará volviendo en tu contra, tiene que hacerlo. Te atrapará.Con todo, hay una trama que considero fundamental ―pues abre y prácticamente cierra la historia― y que, sin embargo, en mi opinión está resuelta demasiado deprisa para todo lo que la novela te hace esperar. Me hubiera gustado que el autor se detuviera un poco más en el personaje en torno al cual gira esa trama. Personalmente imaginaba un desenlace muy distinto... El final me ha dejado con muy mal sabor de boca.
En definitiva, es una novela y un autor que recomiendo encarecidamente. De cada una de sus obras se puede extraer una conclusión totalmente aplicable a nuestra vida. Vivir de noche me deja con la siguiente reflexión: vivir según las normas y leyes establecidas ―lo que Joe Coughlin llama "vivir de día"― o de acuerdo a lo que la sociedad espera que hagas no te convierte automáticamente en una persona honesta, honrada e íntegra. En cambio, seguir las propias reglas nos enfrenta inevitablemente con nuestro alrededor, quizá incluso nos lleva a romper con nuestro entorno, pero nos permite vivir de forma auténtica.
Y una vez hecha esta reflexión, dejar al lector con la misma pregunta que plantea la novela: ¿Puede un hombre ser al mismo tiempo un buen criminal y una buena persona?
Come sin prisas.
Viaja todo cuanto puedas.
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