Jane Eyre, Charlotte Brontë
Y, por fin, le llegó el turno a Jane Eyre. Tenía muchas ganas de leer esta novela.
Mi
primer contacto con el apellido Brontë lo tuve hace varios años; cinco,
para ser exactos. Lo recuerdo con absoluta nitidez porque coincidió con
una etapa complicada de mi vida. Entonces, leer Cumbres borrascosas,
de Emily Brontë, marcó el inicio de una serie de lecturas terapéuticas
durante aquel verano. Me dejó mucha huella, por lo que esta vez
esperaba lo mismo de su hermana, Charlotte, con su novela Jane Eyre.
Jane Eyre es un personaje realmente admirable y transgresor, muy avanzado para su época. En una sociedad que no perdona ni se molesta en comprender siquiera todo aquello que se sale de la norma, y que invierte todos sus esfuerzos en hacer de las mujeres una señoritas dóciles y amansadas, nuestra protagonista cuestiona en su fuero interno el machismo, los convencionalismos y algunos aspectos de la religión, así como los enfrentará inevitablemente con su forma de ser. No en vano la propia autora, bajo el pseudónimo de Currer Bell, nos advierte desde el inicio:
Dueña de un singular temperamento desde su complicada infancia de huérfana, primero a cargo de una tía poco cariñosa y después en la escuela Lowood, Jane Eyre logra el puesto de institutriz en Thornfield Hall para educar a la hija de su atrabiliario y peculiar dueño, el señor Rochester. Poco a poco, el amor irá tejiendo su red entre ellos, pero la casa y la vida de Rochester guardan un estremecedor y terrible misterio.Jane Eyre no me ha defraudado en absoluto; todo lo contrario: ha sobrepasado mis expectativas, y me ha hecho mucho bien leerla estos días. Si los libros son espejos y cada uno ve en ellos lo que ya lleva dentro*, yo he visto mucho de mí en el personaje de Jane Eyre, en cómo se siente y en cómo se percibe. Ha sido doloroso, pero también tranquilizador. En concreto, durante el capítulo IV del Volumen II, sentía por momentos que la "gitana" estaba dirigiéndose directamente a mí. Dadas las circunstancias, me pregunto si somos nosotros quienes escogemos a los libros o son ellos los que nos escogen a nosotros.
Jane Eyre es un personaje realmente admirable y transgresor, muy avanzado para su época. En una sociedad que no perdona ni se molesta en comprender siquiera todo aquello que se sale de la norma, y que invierte todos sus esfuerzos en hacer de las mujeres una señoritas dóciles y amansadas, nuestra protagonista cuestiona en su fuero interno el machismo, los convencionalismos y algunos aspectos de la religión, así como los enfrentará inevitablemente con su forma de ser. No en vano la propia autora, bajo el pseudónimo de Currer Bell, nos advierte desde el inicio:
El convencionalismo no es la moralidad. La santurronería no es la religión. Atacar aquélla no es defender ésta. Quitarle al fariseo su careta no significa alzar la mano contra la Corona de Espinas.
Estos asuntos y hechos son diametralmente opuestos; son tan diferentes como lo son el vicio y la virtud. Los hombres los confunden con demasiada frecuencia; no deberían hacerlo; las apariencias no deben confundirse con la verdad; las rígidas doctrinas humanas, que tienden a alborozar y regocijar a sólo unos pocos, no deberían sustituir el credo redentor de Cristo.
Pero, sobre todo, Jane Eyre es admirable por su honestidad y fidelidad: fidelidad a sí misma y a sus principios, a los que nunca renuncia aunque eso le pueda costar el aprecio de quienes ama, y eso es lo que la convierte en un personaje verdaderamente fuerte, cargado de alma y sinceridad. Serán muchos sus sufrimientos, y continuamente verá enfrentados sus sentimientos contra su deber, su Razón contra su Corazón, pero esa tenacidad invisible que la sostiene y la empuja será también la llave de su felicidad. Su historia de amor con el señor Rochester, personaje peculiar y excéntrico donde los haya, es atípica, ardua y sacrificada, pero también preciosa.
Es curioso, casi paradójico: a veces parece que las personas, cuanto más desgraciadas, más desinteresadas, bondadosas e incondiciales se vuelven. Jane Eyre es la expresión de esto mismo.
Puede parecer lo contrario, pero me está costando mucho hallar las palabras para reseñar esta obra. Cada página suya me ha maravillado y, sin embargo, ahora que la he acabado, no encuentro qué decir. Siento que me deja huérfana: me ha acompañado durante dos semanas en mis idas y venidas en tren, autobús..., a la universidad, y pensar que de ahora en adelante ya no va a acompañarme en mis trayectos me deja una sensación de vacío. Qué triste es terminarse un libro tan bueno como éste. De nuevo traté de autoconvencerme de leer más despacio cuando vi que cada vez me quedaban menos capítulos, pero el final llegó. Un buen final, por cierto, y más que merecidísimo para los protagonistas. Por un momento llegué a temer lo peor...
Ésta es, además, una de esas novelas que han originado un montón de adaptaciones cinematográficas y televisivas (como también hiciera Cumbres borrascosas). Me había propuesto ver tres por lo menos: la de 1944 con Orson Welles y Joan Fontaine, la miniserie de TV de 2006 producida por la BBC y la última versión de 2011, que son las que mejores críticas han recibido a juzgar por lo que he leído. El problema es que no resulta fácil encontrarlas (me gusta verlas en versión original subtitulada), pero quizá sea mejor así: no quiero que nada empañe el tan buen sabor de boca que me deja la novela: los personajes, el estilo de la autora... Todo. Muy, muy buena historia.
Es curioso, casi paradójico: a veces parece que las personas, cuanto más desgraciadas, más desinteresadas, bondadosas e incondiciales se vuelven. Jane Eyre es la expresión de esto mismo.
Puede parecer lo contrario, pero me está costando mucho hallar las palabras para reseñar esta obra. Cada página suya me ha maravillado y, sin embargo, ahora que la he acabado, no encuentro qué decir. Siento que me deja huérfana: me ha acompañado durante dos semanas en mis idas y venidas en tren, autobús..., a la universidad, y pensar que de ahora en adelante ya no va a acompañarme en mis trayectos me deja una sensación de vacío. Qué triste es terminarse un libro tan bueno como éste. De nuevo traté de autoconvencerme de leer más despacio cuando vi que cada vez me quedaban menos capítulos, pero el final llegó. Un buen final, por cierto, y más que merecidísimo para los protagonistas. Por un momento llegué a temer lo peor...
Ésta es, además, una de esas novelas que han originado un montón de adaptaciones cinematográficas y televisivas (como también hiciera Cumbres borrascosas). Me había propuesto ver tres por lo menos: la de 1944 con Orson Welles y Joan Fontaine, la miniserie de TV de 2006 producida por la BBC y la última versión de 2011, que son las que mejores críticas han recibido a juzgar por lo que he leído. El problema es que no resulta fácil encontrarlas (me gusta verlas en versión original subtitulada), pero quizá sea mejor así: no quiero que nada empañe el tan buen sabor de boca que me deja la novela: los personajes, el estilo de la autora... Todo. Muy, muy buena historia.
(...) ten la autoestima suficiente para no derrochar todo el amor de tu corazón, alma y espíritu donde tal don no es deseado y sería despreciado.
*.- Carlos Ruiz Zafón.
Come sin prisas.
Viaja todo cuanto puedas.
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