En el harén de Estambul, Carla de la Vega
«Este libro es un compendio de esas historias que, desde el principio, llamaron mi atención».
Así describe la propia autora en el proemio de su obra lo que significa En el harén de Estambul, una recopilación de cuatro «historias reales de mujeres turcas en el siglo XXI» y de las que he disfrutado inmensamente durante esta semana. No sólo por el propio planteamiento del libro que construye, a grandes rasgos, un soberbio retrato de la diversa sociedad femenina en la actual Turquía, sino también por las continuas e inevitables evocaciones a las que fueron mis compañeras de piso turcas durante mi estancia Erasmus en Italia.
Esa imagen exótica de la capital del Imperio Otomano y sus gentes, aquella que imprimieron en nuestras mentes occidentales los escritores orientalistas, estaba fresca en mi mente cuando llegué a Estambul. Sultanes, palacios, harenes... Mujeres sensuales, enigmáticas, insólitas, vestidas con exquisitas sedas transparentes y enjoyadas... Pero poco a poco esa visión colorista se fue difuminando en mi mente a medida que indagaba en la realidad de aquellas descendientes de tan privilegiadas otomanas, para ser suplantada por una realidad mucho menos bucólica, pero también apasionante. Menos idílica, pero más real y sobre todo más ajustada a los tiempos que corren en esta república laica de mayoría musulmana.
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Dejemos, pues, los harenes para la literatura orientalista y los libros de historia. Estamos en el siglo XXI (...)
... Y es un siglo en el que, todavía, se practican los crímenes de honor al tiempo que se demandan operaciones de reconstrucción del himen. En esta dicotomía se encuentra hoy Turquía, a caballo entre su histórica cultura musulmana y el espejo de la cultura europea en el que Mustafá Kemal Atatürk, fundador de la República, quiso reflejarse. Fruto de esta confluencia social y cultural surge una sociedad heterogénea en la que devotas muchachas cubiertas con velo islámico conviven junto a mujeres exultantes y no practicantes del Islam. «Escuchen a estas mujeres pues tienen mucho que contar sobre sus vidas, sus miedos, sus frustraciones y sueños; y sobre este país siempre convulso en el que viven. Lean sus relatos, porque en este libro, por una vez, sus vidas son protagonistas».
A Zelal la quieren matar. Desde hace días está escondida en Estambul porque si su familia o la de su marido la encuentran acabarán con su vida. Su delito; haberse divorciado. Es uno de tantos otros casos de los llamados crímenes de honor, que se dan con frecuencia en Turquía.
Mientras, la veinteañera Sennur se las ingenia para entrar en la Universidad del Bósforo con velo islámico, pese a estar prohibido por ley su uso en los centros docentes de toda Turquía. La muchacha sortea la legislación poniéndose un estrafalario gorrito playero. sus amigas utilizan incluso pelucas. Todas quieren cumplir los preceptos religiosos que dicta el Corán, los mismos que hacen que Sennur nunca haya besado a su novio pese a llevar más de dos años saliendo con él.
De forma muy diferente piensan las turcas de cabelleras al viento, manicuras impecables, tacones de vértigo y trajes cortísimos que se contonean en las discotecas de Estambul. El atuendo de Ayse, de 26 años, no es tan escaso pero, hace tiempo que dejó de ser vírgen.
Rashel es una sefardí de 60 años que aún hoy se expresa en la antigua Constantinopla en ese vástago del español que recibe el nombre de ladino. Su vida ha sido tremendamente complicada en este país de mayoría musulmana.
Me preguntaba una de mis antiguas compañeras turcas tras haberle hablado del libro que qué pasaje, frase o pensamiento me había dejado más huella. Fui sincera: no sabría escoger uno sólo. Cada vez que terminaba una historia y pensaba que acababa de leer la más impactante, ahí empezaba la siguiente para sumergirme nuevamente en un relato conmovedor y apasionante. Le contesté que si tuviera que quedarme con una sola idea, sería el mensaje global del libro: la batalla personal que cada una de estas mujeres libra diariamente en su fuero interno y, las más corajudas, contra la sociedad para, al final, vivir, simplemente vivir como mejor saben y pueden. Es crudo, y a la par admirable. Y por eso En el harén de Estambul se convierte en un testimonio indispensable. Nunca somos lo suficientemente conscientes de nuestra fortuna al haber nacido en un país plenamente libre.
¿Por qué, si no, le pasa esto a mujeres como Zelal y no a nosotras? La respuesta, desgarradora, no se hace esperar en el relato: «Porque has nacido en el lugar erróneo». Es así: le debemos más a la suerte que a nuestras propias decisiones.
Este libro pone de manifiesto algunas verdades que rompen nuestros esquemas mentales preconcebidos, fruto de la generalización y la ignorancia, que desde Occidente, a veces, nos formamos en torno al Islam: ni todas las mujeres que portan velo son retrógradas e incultas, ni todas aquellas que rehusan de él son ejemplos de liberación. Del mismo modo, la solución no pasa por prohibir el uso del hiyab o del türban a quienes deciden llevarlo, sino por educar en igualdad a los hombres y enseñarles a mirar sin lascivia, tratar sin violencia y querer sin posesión celosa. Un reto complicadísimo en un país donde el honor continúa siéndolo todo en la mayor parte de sus territorios, y donde el cuerpo de la mujer es «propiedad de la familia, del marido y de la sociedad. De todos, excepto de ella misma» ―de ahí que una violación sea motivo suficiente para ordenar el asesinato de la víctima: no es ella la ultrajada sino el honor de esos tres pilares el que se ha visto gravemente mancillado―.
En definitiva, En el harén de Estambul es un compendio de relatos sobrecogedores narrados de forma muy ágil, precisa y amena; con bastantes erratas, he de añadir ―¿qué le pasa a las editoriales últimamente?―, pero dejando eso a un lado, es una lectura trepidante que nos acerca a las mujeres «de este fascinante y controvertido país» que es Turquía.
Come sin prisas.
Viaja todo cuanto puedas.
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