Muñecas chinas, Lisa See

Lisa See es una maestra a la hora de retratar el mundo femenino. Pero nunca antes había ahondado en la amistad de tres mujeres. Ahora nos ofrece la fascinante historia de tres chicas que, entre 1938 y 1948, luchan por cumplir sus sueños en el club más glamuroso de San Francisco, hasta que el ataque japonés de Pearl Harbor, tan lejos de ellas, pone en peligro sus vidas. Y una traición lo cambia todo.
Con esta autora me pasa algo muy curioso y es que la amistad retratada en los dos libros suyos que he leído me recuerda en algunos aspectos a una amistad que tuve yo hace muchos años y cuya experiencia marcó un antes y un después en mí. De hecho, leí El abanico de seda de Lisa See precisamente cuando esa amistad se vino abajo, y en dicha obra encontré muchas respuestas: me obligó a reflexionar, a replantearme algunas cuestiones. Con la lectura de esa novela contemplé por primera vez la posibilidad de que quizá fuera yo la culpable de que las cosas se hubieran torcido, que no era tan víctima después de todo. Es por ello que recuerdo con cariño El abanico de seda; me hizo crecer y lo cierto es que me apetece leerlo de nuevo.

Algo muy similar me ha sucedido con Muñecas chinas, una novela que por momentos me ha hecho retroceder en el tiempo y revivir aquella amistad, aquella época.
Una parte de mí disfrutó viéndola sufrir, pero después, mientras la veía alejarse, me acordé de lo efímera que es la vida. El amor se evapora. Las amistades se disuelven. Volvía a estar sola.
Confieso que Muñecas chinas no ha resultado ser exactamente como yo esperaba, pero reconozco que pocas obras ―al menos, de las que he leído― se detienen a profundizar en la complejidad de la amistad femenina y en la magia que se produce cuando determinadas circunstancias especiales provocan que personalidades totalmentes dispares entre sí se entiendan y sintonicen de manera excepcional. Es el tipo de vínculo que en otro contexto no hubiera funcionado, y precisamente por eso es la clase de unión que está abocada a atenuarse con el tiempo, e incluso a desaparecer. Las características del momento propician el encuentro y la conexión, y cuando cambian las circunstancias y esa amistad se descontextualiza, casi parece que pierde su sentido. He podido comprobar esto por experiencia personal. Queda el recuerdo, por supuesto, un recuerdo intenso y precioso que nos tiñe el ánimo de melancolía; pero, simplemente, nunca vuelve a ser lo mismo.

Las diferencias en la procedencia, familia, costumbres, educación, experiencia personal... De Grace, Helen y Ruby, las componentes del trío protagonista, forjan sus respectivos caracteres, así como las cualidades personales de cada una determinarán sus decisiones y acciones y, por ende, el curso de su amistad. Además, nos proporcionarán una serie de valiosas lecciones hacia el final de la novela:

La primera: ser honesto con uno mismo y con los demás, abrirse al resto de personas, confiado y sin maldad, y actuar siempre conforme nos dicta el corazón nos traerá más problemas y sufrimiento, sí. Pero la espera traerá su recompensa si uno es capaz de mantenerse firme, esperanzado e incorruptible pese a todos los males.

La segunda: ningún pasado doloroso, por traumático y digno de compasión que sea, podrá justificar jamás la mentira ni el daño gratuito a los demás con tal de salvarse a uno mismo
Mientras la escuchaba, finalmente comprendí que el lado oscuro del amor había sido mucho más fuerte (...) Cada palabra que (...) pronunciaba era como un fragmento afilado de un espejo roto. Había planeado y conspirado desde un lugar de tanto sufrimiento que mirarla era como contemplar a un animal mortalmente herido.  
Y la tercera y última: nunca construiremos lazos verdaderos si utilizamos a las personas como meros instrumentos para alcanzar nuestros propios fines. La fama no puede conseguirse a cualquier precio y quien piensa sólo en sí mismo «tarde o temprano se verá rodeado de amistades falsas» (Aprendiendo, Jorge Luis Borges).

Este poema ―precioso, certero y de mis favoritos― que acabo de citar contiene muchísimos versos en algunos de los cuales, tras haber leído Muñecas chinas, veo inevitablemente reflejadas a Grace, Helen y Ruby. Me embarga cierta tristeza cuando pienso en el final de la novela, pero es tan cierto y realista como la vida misma. La amistad, decía Alberto Moravia, «es más difícil y rara que el amor. Por eso hay que salvarla como sea».

En fin. Muñecas chinas es una novela que, si bien al principio parecía no cumplir demasiado mis expectativas, ha acabado por conmoverme. Al final, me ha gustado mucho. Además es muy ágil y amena, se lee rápidamente... Aunque tarda en olvidarse un poco más.
Había llegado hasta allí sin revelar mis secretos mejor guardados y, durante un instante, me olvidé de que creer en sueños es pasarse media vida durmiendo.
Come sin prisas. 
Viaja todo cuanto puedas. 
Y lee... Lee muchísimo.



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