Un lugar tan hermoso, Fabrizio Rondolino

Vía @goodreads
Me estaba preguntando cómo empezar la reseña sobre el último libro que he leído y acabado hace apenas unas horas, pero su final me había dejado tan triste e impotente —qué curioso, ¿verdad? Sentir "impotencia ajena" porque los personajes de una historia están sujetos a la desgracia y arbitrariedad de su vida ficticia y no existe solución posible a su tragedia— que no encontraba el modo de afrontar este post. Benditas casualidades que acontecen cuando uno menos se lo espera, navegando por la red y entre un mar de publicaciones me crucé con la imagen presente arriba. No sólo iba acompañada de la pregunta What's the last book that made you feel this way? ("¿Cuál es el último libro que te ha hecho sentir de esta manera?") —que, efectivamente, ha sido al que he hecho referencia al inicio de esta entrada—, sino que, además, la imagen no podía describir mejor mi estado de ánimo al leer las dulces, tiernas, desgarradoras líneas que concluían la novela entre mis manos.

«Es un lugar tan hermoso...»
Un lugar tan hermoso narra el encuentro, en un pequeño hotel junto a las cataratas del Iguazú, de Maddalena Delani —una cantante de ópera que padece el síndrome de Kórsakov, una enfermedad caracterizada por la pérdida de memoria inmediata— con Sonnabend, un catedrático de neurofisiología. Sonnabend, que ha dedicado su vida al estudio de la memoria, termina enamorándose de una mujer enferma a la que intentará curar. Pero es un amor trágico y su tragedia, paradójicamente, reside en el hecho de estar condenado a no tener fin. Es una historia que nunca podrá contar con un pasado, ni podrá contarlo. «El amor», se dice en la novela, «es ante todo contar, contar una historia de tu propio amor. La mitad del tiempo estamos juntos, y la otra mitad del tiempo pensamos en cuándo estaremos, estábamos o estuvimos juntos». Una gran libertad de tiempos verbales que otorgan sentido a la relación. Pero ¿qué pasa cuándo nos encierran en un continuo presente? Porque una voz que no se puede recordar, tal vez sea una voz que no ha existido nunca.
Un lugar tan hermoso, además de ser una bella historia de amor, es una magnífica reflexión sobre el tiempo y la memoria en la experiencia amorosa.
Realmente, poco más se puede añadir a esa magnífica sinopsis. Quiero decir que ésta ya deja entrever la tragedia, la desgracia que supone amar a una persona que te olvida de la noche a la mañana todos los días y todos los días conocer a la misma persona a la que olvidas instantes después de haberte enamorado de ella. Pero para sufrir junto con los personajes esta particular historia de amor que «ni siquiera ha comenzado, nunca ha comenzado realmente», esta historia que cada día debe empezar desde cero, hay que leer la novela y disfrutarla a través del exquisito estilo del autor, Fabrizio Rondolino, que me obsequia con la mejor expresividad, preciosa y original donde las haya. Es curioso que en todas las novelas de amor escritas por autores italianos que he leído hasta ahora —Blanca como la nieve roja como la sangre, de Alessandro D'Avenia; Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro; y, en mis tiempos más adolescentes, los libros de Federico Moccia que ahora abomino, pero que en su momento me atraparon— me haya quedado prendada de su forma de narrar la historia. Un lugar tan hermoso no sería lo mismo sin el toque de gracia de Rondolino. Es un estilo francamente hermoso. Te permite sentir la ternura y genuinidad de los personajes y, al mismo tiempo, la grandeza sublime y fascinante de las cataratas del Iguazú. Te sobrecoge. 

Las numerosas preguntas sobre la memoria que Sonnabend nos plantea a lo largo de la novela son interesantísimas. El ser humano, ¿tiende a recordar o a olvidar? ¿Por qué recordamos y por qué olvidamos? ¿Qué significa uno y otro proceso? Realmente, ¿qué es la memoria?
Dimenticare é uscire dalla mente, scordare è uscire dal cuore. E scordare è più che dimenticare, perché ciò che si ha veramente in cuore non si dimentica.
(La traducción al español que aparece en el libro me parece algo enrevesada, creo que es mucho más simple así: "Olvidar es salir de la mente, no recordar es salir del corazón. Y no recordar es más que olvidar porque aquello que realmente se tiene en el corazón no se olvida").

Las reflexiones al respecto son tantas y tan complejas que tratar de plasmar unas cuantas ideas aquí es imposible. Por eso vale muchísimo —y tanto— la pena leer la novela, pensar sobre ello, darle vueltas... Porque la memoria —o el olvido— es un misterio fascinante y, al mismo tiempo, aterrador; quizá precisamente porque no somos capaces de entender su funcionamiento, porque ni siquiera comprendemos qué es; pero, sobre todo, porque sin ella ¿qué somos nosotros?

Mención especial merece también el entrañable personaje de Sonnabend, su amor puro, ése que sólo ocurre una vez en la vida y que marca la existencia de uno hasta el final, porque sólo un amor así es capaz de resistir diez años, comenzando desde cero durante 3.650 días, reconquistando a Maddalena desde el principio una y otra vez, desviviéndose por curarla, por que ella recuerde, le recuerde a él, un ápice al menos del tiempo compartido juntos. Esta esperanza es la fuerza que impulsa a Sonnabend a perseverar. La historia adquiere un cariz todavía más trágico porque ambos parecen estar destinados el uno para el otro: su amor es a primera vista y mutuo; todos los días, Maddalena mira a Sonnabend, lo acompaña en sus paseos matinales, lo escucha embelesada y se enamora; todos los días, Sonnabend mira a Maddalena, la acompaña en sus paseos matinales y consolida su amor al contarle historias y escuchar las de ella. Pero es un amor que «no puede seguir. Sólo reanudarse». Y esto es realmente devastador: la imposibilidad de una relación apasionante y apasionada entre dos personas hechas la una para la otra.

La confusión que debe de sentir Maddalena en su cabeza también es tremenda: ¿se imaginan despertar cada mañana y no reconocer su habitación, el lugar en el que se encuentra, las cosas que la rodean, la gente con la que se cruza? Cada mañana. Debe de ser horroroso. Es cierto que eso le permite vivir intensamente cada día como si fuera el primero y el último, le permite enamorarse arrebatadamente de Sonnabend cada vez como si fuera la primera («A lo mejor el amor es mirarse por primera vez cada vez que nos miramos.»)... Pero «Sin la memoria no se puede vivir» porque no tenemos constancia de nuestra propia vida, y esa constancia, esa certeza, sólo nos la otorgan nuestros recuerdos.

Me despido de esta preciosa y tristísima novela, sintiendo aún como mío el dolor que debía de estar quemándole las entrañas a Sonnabend en las últimas páginas. Son desgarradoras. En este sentido, por suerte para Maddalena, ella olvida muy pronto. De lo contrario, la pena sería demasiado insoportable.
El amor puede durar mucho o puede durar poco; y también el final del amor puede durar mucho o durar poco, y algunos finales no finalizan nunca, y son los terribles.
Come sin prisas. 
Viaja todo cuanto puedas. 
Y lee... Lee muchísimo.


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